Reto 1. Ayudar a crecer en sentido crítico y en el criterio de “no todo vale”:
Muchas de las decisiones personales o grupales están, en ocasiones, fuera de la lógica y el sentido común puesto que se toman sin aplicar pensamiento crítico. Incluso pueden haber sido tomadas ignorando datos, causas, manifestaciones, consecuencias...
Sabemos que, en la escuela, es importante trabajar que “no todo vale”, puesto que educamos a ciudadanos del futuro y se pone mucho en juego. Analizar, entender, evaluar, interpretar y representar el mundo, los distintos fenómenos y circunstancias vinculados a cualquier situación, y en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana se suelen aceptar como verdaderas es un objetivo importante para este curso.
Reto 2: Crecer en la conciencia de todos somos parte de la comunidad educativa y de la Familia Santo Ángel.
La situación derivada de la pandemia nos deja muchas ocasiones para interrogarnos cómo queremos vivir y actuar. Estamos invitados a vivir con las mismas actitudes de Jesús, que son claras en el Evangelio, y que concretamos en un estilo propio: como el Ángel. Son actitudes de acogida, acompañamiento, denuncia de injusticias, solidaridad, compasión, especialmente con los más débiles...Viviendo las relaciones interpersonales desde esta óptica creceremos en conciencia de que somos Familia Ángel de la Guarda.
Reto 3: Vivir la oración y los sacramentos en conexión con la propia vida y la realidad del mundo
A través de la oración de la mañana, las celebraciones de la Palabra, eucaristías y celebraciones del perdón (si es posible programarlas en este curso) queremos ayudar a nuestros alumnos a conectar lo que viven con la fe. De este modo, les ayudaremos a crecer en la fe de modo experiencial y no solo desde el conocimiento teórico.
Reto 4: Despertar la pregunta sobre el sentido de la vida .
En el camino al corazón es necesario incorporar la pregunta. La vida se nos presenta interrogándonos, confrontándonos, invitándonos, proponiéndonos. Aprender a vivir es aprender a recibir cada situación junto con sus múltiples preguntas que nos ayudan a despertar, a tomar conciencia, y saber alejarnos de la realidad la distancia necesaria para mirar, escuchar, discernir y elegir la mejor manera de situarnos en ella.
La pregunta despliega el desarrollo de la persona a profundidades cada vez mayores, guiándonos en el camino de conocimiento de nosotros mismos. Estar abiertos a ellas, es estar abiertos a Dios. Sólo es necesario formularlas y dejarlas en nuestro interior sin necesidad de buscar las respuestas exactas que nos darían el control de la situación. Las respuestas se van encontrando a su tiempo, progresivamente, y en el “mientras tanto” las preguntas ayudan a mantener el paso hacia adentro, con la mente despierta y el corazón humilde, y a caminar en la certeza de que sólo en Dios encontraremos la respuesta definitiva.